Política
Milei fue a Mar-a-Lago y se quedó sin foto con Trump
¿Te imaginás viajar miles de kilómetros para una reunión clave... y que el anfitrión ni se aparezca? Eso fue lo que vivió Javier Milei en su reciente paso por Estados Unidos, cuando buscaba una foto con Donald Trump que nunca llegó. Lo que parecía una jugada estratégica terminó en frustración, enojo y un nuevo foco de tensión dentro del Gobierno.
El libertario viajó a Mar-a-Lago, el complejo que Trump tiene en Palm Beach, invitado por una fundación poco conocida llamada Make America Clean Again. No tiene página web, y su principal organizador, el pastor Glenn Parada, apenas supera los 200 seguidores en redes. La promesa era irresistible: recibir junto a Trump el premio “American Patriot”.
Pero había un detalle: nadie en el entorno de Trump confirmó la asistencia del expresidente al evento. Aun así, la presión emocional funcionó. “Si Milei no va, Trump se sentirá desairado”, fue el mensaje. La Rosada cayó en la trampa.
El Presidente voló de urgencia, acompañado por su hermana Karina y el ministro de Economía, Toto Caputo. Este último con la esperanza de, en algún momento, meter en agenda el tema FMI o los aranceles con Estados Unidos.
Lo que ocurrió fue muy distinto. La ceremonia se pareció más a una fiesta de cumpleaños sin cumpleañero. Trump estaba a pocos kilómetros, cenando en Miami, pero no tenía intenciones de pasar por el salón. A las 22, un mensaje del Servicio Secreto fue lapidario: “El presidente Trump no va a asistir al evento”.
Mientras Javier Milei posaba para fotos con figuras del pasado como Natalia Denegri, el objetivo político del viaje se diluía. Ni el galardón ni la cercanía geográfica alcanzaron para garantizar un encuentro real con Trump.
Hubo enojo. Discusiones en el lugar. El embajador argentino en EE. UU., Gerardo Werthein, les recriminó a los organizadores haber prometido una reunión que sabían que no ocurriría. En respuesta, borraron los mensajes que habían mandado con esa garantía.
El episodio no solo dejó mal parado al Presidente en su intento de acercarse a Trump, sino que también agitó las internas del Gobierno. Algunos diplomáticos aprovecharon para cuestionar la conducción de Werthein y hasta hubo autopostulaciones para reemplazarlo.
Al final, lo que iba a ser una foto estratégica terminó siendo un papelón con eco internacional. Y la pregunta que sigue abierta es: ¿quién cuida la agenda presidencial y quién decide a qué actos asistir?