Política

Alberto en el país de las maravillas: una pesadilla hecha realidad

Escribo estas líneas desde el pasado. Con cada segundo que transcurre, van quedando atrás sucesos que merecen ser contados.

 

 

Sabrá usted disculpar la desprolijidad en el ida y vuelta de este relato, que no es más que una recopilación de hechos sucedidos en derredor suyo y probablemente no se haya tomado el tiempo para detenerse a pensar cómo ocurrió todo esto, en tan corto periodo de tiempo.

 

 

Por un instante sea usted el protagonista de esta saga, tome el bastón de mando y la banda, salga al palco preparado para ser recibido con gritos de alegría y esperanza.

 

 

Miles y miles de personas cantan su nombre, un cosquilleo lo sacude de repente y siente que tres bolsas de cemento le están siendo colocadas en cada hombro cuando escucha: “Presidente, no se deje llevar por las tapas de los diarios, cuando necesite apoyo convoque a este pueblo que siempre lo apoyará…”.

 

 

La multitud grita y usted sonríe, pero este personaje suyo nunca abrazó a las multitudes. Prefiere los rincones alejados dentro de un bar porteño, para estar con los amigos de siempre y contar sus hazañas nocturnas, los levantes por twitter y Whatsapp.

 

 

En definitiva, son esas cosas que lo movilizan a estar despierto hasta las 6 y ahí empalmar escuchando al Gato para ver qué cosa nueva había pasado. Y si el programa resulta entretenido, llamar a la radio, pedir salir al aire y discutir un rato más (como en el café, durante la tardecita anterior).

 

Por delante de sus ojos transcurren los hechos como si estuviera adelantando una serie de terror, ayer nomás se le fue su carta ganadora. Ese pibe de oro que le habían recomendado y que con voz baja y tono melancólico se había ganado su confianza.

 

 

Su personaje deambulaba por los jardines de la Quinta de Olivos pensando cómo lo iría a juzgar la historia. Se imagina ser el segundo padre de la democracia.

 

 

Henchido en su ego más turbado en su orgullo, está próximo a tomar una decisión clave para lo poco que resta de su tiempo mágico como Presidente.

 

 

De pronto usted se despierta y la pesadilla quedó atrás, se levanta y prepara el café antes de salir a buscar trabajo, ya que la empresa en la que trabajaba no puede seguir produciendo por falta de insumos importados.

 

 

Envía 200 mails con su currículum desde el celular, llama a los amigos para ver si saben algo y de pronto lee estas líneas que hablan de su vida.

 

 

Pensativo, se pregunta cómo es posible que desde el pasado algún cronista escriba sobre sucesos que no habían ocurrido y sin embargo usted vivió primero como una pesadilla y luego despierto. 

 

 

Emulando a un excelso escritor británico, este periodista solo atina a observar que cuando uno va a votar, no sólo está cumpliendo con un deber cívico, sino que muchas veces es el signatario de su propia condena.

 

 

Todos estos sucesos ya ocurrieron, y volverán a suceder...