Política

El peligroso desfiladero por el que atraviesa el sistema político argentino

Podríamos catalogar este periodo como el de los “desconectados”; nunca en la historia reciente un pequeño grupo de mujeres y hombres demostró tener tan escaso talento para vincularse con la realidad que viven quienes son sus mandantes.

 

Duele incluir a todos en la misma categoría, pero de una u otra manera, en algún punto el fino hilo conductor que unifica a la política argentina es su falta de miras, la orfandad en la que ha dejado a millones que esperan ser interpelados, pero asisten a un circo que para colmo de males, sólo es asequible para quienes “entienden el juego”.

 

Y si estimado lector, usted tiene la rara oportunidad de ser un espectador de lujo de un tiempo nefasto para quienes entienden que la realidad tiene que ser conducida y no un conjunto de sucesos anárquicos donde indefectiblemente resultan perjudicados quienes están en la periferia, quienes no tienen voz ni los medios para hacerse oír.

 

 

En este contexto, el vacío que dejan quienes voluntariamente se han alejado de la realidad, fue siendo llenado por personajes menores, cuya preparación intelectual sólo predispone a la burla o el sarcasmo. Y lógicamente ese ejemplo baja hasta convertirse en una regla de conducta entre quienes en medio del desierto encuentran un camélido de dónde hacerse para poder llevar el sustento a sus hogares. 

 

La militante que fuera entrevistada por nuestra colega Sandra Borghi, ante la pregunta lógica de la periodista del porque de su presencia en la multitudinaria marcha piquetera, se convirtió en viral ya que la respuesta dejó atónitos a propios y extraños: “Nos quieren mandar a trabajar y eso no es justo”.

 

Si nuestros políticos hacen chistes entre ellos y con nosotros, los que recorremos los pasillos del Congreso, Casa Rosada y cuánto ministerio se nos cruce en nuestra tarea, sobre la inhospitalidad mental de quienes tienen la desgracia de ser francos en sus decires porque no conocen otro modo de vida, estamos ante el peor de los escenarios.

 

Alejados, retirados, recluidos, encerrados huyen de su tarea representativa y de conducción que alguna vez abrazaron para darle paso al lumpenaje intelectual de los Persico de la vida, que viven de la zozobra ajena y se alimentan del vacio que la política se resigno a habitar.