Política

El sol negro, el Batallón Azov y la teoría de una conspiración internacional de ultraderecha contra CFK

La ultra derecha siempre tuvo en Argentina un enorme caldo de cultivo y estos años no son la excepción. A pesar de no lograr el involucramiento en mayorías poblacionales, los sectores de nacionalismo extremo florecen en los bordes de la sociedad y de la política local de manera constante. Y suelen llevar, casi siempre en sus consignas, durísimas propuestas de segregacionismo explícito, odio racial y un radicalizado pensamiento en materia de seguridad.

 


 

En esos bordes sociales que mencionamos antes, se mueven grupos derechistas minúsculos en cantidad de participantes pero muy aguerridos en su movilización y desarrollo de objetivos. Podemos mencionar rápidamente a dos de ellos con activa participación en estos últimos dos meses.

 

Uno de esos grupos es Revolución Federal, nacido hace unos 120 días y que lograron mucha notoriedad por escrachar y filmar a políticos como el ministro de Hábitat de la Nación, Jorge Ferraresi en plena Plaza de Mayo y el diputado del PRO, Rodrigo De Loredo, entre otros.

El otro espacio es el que fue allanado por la policía federal hace dos días en La Plata, cuyo titular, José Derman, subió un video festejando el ataque a la vicepresidenta CFK. Se trata del Centro Cultural Kyle Rittenhouse, ubicado en 5 entre 64 y 65.

Ambos reclutaderos de nazis parecieran estar vinculados, en la simbología y las ideas, a lo que hoy sería la principal expresión del hitlerismo en acción en el mundo, el Batallón Azov, una especie de ejército paramilitar ucraniano que desde 2014 batalla contra las invasiones rusas a ese país, emulando el estilo, las ideas y la crueldad de las tropas del tercer reich.

La ultraderecha está en crecimiento en el mundo y busca notoriedad para alimentar ese avance, a través de dos ejes fundamentales, que serían la participación política en todos los países que sea posible y la generación de hechos de impactante trascendencia pública local e internacional. Y para ello, estarían siendo financiados por importantes grupos económicos.

 


Por eso, no sería descabellado pensar que el ataque a Cristina Fernández de Kirchner el primer día de septiembre por la noche en la esquina porteña de Juncal y Uruguay, podría tener alguna relación con los hechos que mencionamos antes. Resulta difícil pensar que quién manipuló el arma es un “lobo solitario”, en un país en el que todos se mueven por intereses concretos.

 

Brenda Uliarte y Fernando Sabag Montiel, han dado claros indicios que podrían conducir hasta su participación en grupos ultraderechistas. El sol negro en el brazo izquierdo del imputado se corresponde contundentemente con la utilización de esa simbología nazi por parte de los integrantes de grupo ucraniano Batallón Azov.

 


El financiamiento de la acción criminal contra CFK podría provenir de los mismos aportantes que sostendrían al mencionado ejército paramilitar ucraniano y a sectores políticos como el que conduce Javier Milei en Argentina. También se considera probable que desde ese mismo lugar pudieran llegar los fondos económicos para financiar el funcionamiento de Revolución Federal y el Centro Cultural Kyle Rittenhouse, entre otros.

 


El sol negro

El sol negro es un símbolo ligado a la filosofía ocultista del nazismo.? En alemán, Schwarze Sonne también se refiere al término Sonnenrad (en alemán "rueda solar"), símbolo de esoterismo y de significado oculto, notable por su uso en el misticismo nazi.


El sol negro es un símbolo esotérico compuesto por dos círculos concéntricos. El círculo interior posee la forma de un sol del que parten doce rayos (que en la concepción clásica de la rueda solar representaban el movimiento del sol a través del año). Los doce rayos, en sus extensiones, alcanzan el círculo exterior, donde sus ángulos se tuercen formando a la vez dos símbolos de importancia clave en el misticismo nazi: la esvástica y doce runas sowilo, la runa de la victoria, cuya representación doble conforma el emblema de las SS. El sol negro es un símbolo utilizado hoy en día por los movimientos neopaganos.

 



El Batallón Azov

“Es un mosaico de jóvenes cautivados por la ultraderecha, nostálgicos de la Alemania de Hitler, barrabravas de clubes ucranianos, todos amalgamados ahora para defender su territorio de las tropas enviadas desde Moscú”, escribió en Página 12 el periodista Gustavo Veiga, en una nota del 1 de marzo de 2022 en la que sus párrafos centrales definen con una claridad meridiana al Batallón Azov. Veamos las principales características que encuentra y describe Veiga en un texto verdaderamente esclarecedor.

 


 

El Batallón Azov opera como una empresa para la guerra. Tiene su página de reclutamiento donde ensalza la gloria de sus muertos en la campaña del Donetsk. Su símbolo es el Wolfsangel, de inconfundible linaje nazi y prohibido en Alemania. 

Llamado igual que el mar cercano donde nació al este de Ucrania, tiene una fama temible de la que no puede ufanarse el ejército regular que intenta repeler la invasión rusa. El Departamento de Estado de EE.UU lo calificó como “grupo de odio nacionalista” y en eso coincide bastante con Vladimir Putin. 

 


 

Es un mosaico de jóvenes cautivados por la ultraderecha, nostálgicos de la Alemania hitlerista, barrabravas de clubes ucranianos, todos amalgamados ahora para defender su territorio de las tropas enviadas desde Moscú. Adiestran a inexpertos en el uso de armas, pero también reclutan a militares curtidos. No son improvisados y sí el presidente ruso habló de desnazificar a su país vecino, se refería sin duda a ellos.

 

 

La reputación nazi que se ganaron los integrantes de Azov no es solo una obsesión atribuida a Putin para revalidar su campaña contra el gobierno de Kiev o justificar la invasión. El primer comandante del batallón fue Andriy Biletsky, exparlamentario y uno de los líderes de Cuerpo Nacional, agrupación política de extrema derecha que le permitió alcanzar un escaño en la Rada Suprema (el parlamento de Ucrania) entre 2014 y 2019.

 


 

Cuando finalizó su mandato no pudo revalidarlo en las elecciones, ya integrado al partido Svoboda, ultranacionalista y que tiene como referente histórico a Stepan Bandera. Este último fue un dirigente al que se considera criminal de guerra y que colaboró con la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial. Después se dio vuelta contra los alemanes, fue deportado a un campo de concentración y sobrevivió. La KGB lo mandó a asesinar en 1959 en Munich. Hoy los ultraderechistas lo reivindican en Ucrania como a un héroe.

Desde su página oficial (https://azov.org.ua/) Azov define el perfil de combatiente que busca sumar a sus filas: “Ser un guerrero y defender a tu país es un asunto digno de respeto y honor. En un momento difícil, cuando el enemigo intentó invadir descaradamente nuestro país, los ucranianos más valientes se unieron para una resistencia digna. Porque el patriotismo son hechos reales, coraje y honor, no solo llevar un galón”. 

Las fotografías y videos que ilustran su web son un canto wagneriano a la defensa de Ucrania. Se ven alistamientos de tropas, ensayos de combates, utilización de armamento pesado y una envergadura de desplazamientos que no son los de un grupo improvisado o de voluntaristas.

 


 

El Batallón se confiere legalidad desde su propia constitución en 2014, durante el levantamiento contra el golpe de Estado en Kiev de las repúblicas ahora reconocidas por Rusia de Donetsk y Lugansk. “El Batallón Azov se estableció el 5 de mayo de 2014 en Berdyansk como un batallón del servicio de patrulla policial especial (BPSMOP) del Ministerio del Interior sobre la base de una decisión del Ministerio del Interior de Ucrania”. 

 


 

Las referencias que pueden leerse en su página oficial traducida del ucraniano al español abundan en detalles sobre su declamada legitimidad jurídica: “El 17 de septiembre de 2014, por orden del Ministro del Interior de Ucrania, el Batallón Azov se reorganizó y se amplió al Regimiento de Policía Especial Azov del Ministerio del Interior”.

Los neonazis de Azov glorifican a sus integrantes caídos en combate y las acciones militares que emprendieron en la región del este de mayoría rusófona. Dicen de Serhiy Ambros que “era un hombre muy inteligente y culto. Se graduó de la escuela secundaria con medalla de oro, se interesó por el deporte y la vida patriótica de su ciudad natal”. 

 


 

Cuentan de Mykola Troitsky que “murió bajo el seudónimo de Akela y dio su vida por Ucrania. Permanecerá para siempre en nuestra memoria como un verdadero lobo de Odessa”. De otros muertos en escaramuzas con las fuerzas prorrusas se remarca su pertenencia como “ultras” (nuestro equivalente a barrabrava) de diferentes clubes de fútbol como el Poltava, de la Primera División o el FC Sumy.

 


Un periodista canadiense, Michael Colborne, es autor de un libro sobre este grupo armado. Contó - citado por Télam - durante un seminario virtual organizado por la ONG Counter Extremism Project, que el Batallón Azov “dejó de ser solamente una unidad militar afiliada a la Guardia Nacional del país y generó extensiones como el llamado Cuerpo Civil Azov para alcanzar algo así como a los sectores no militares de la sociedad; en 2016 se expandió en el partido político Cuerpo Nacional y surgieron otras ramificaciones afiliadas y no afiliadas de lo que se conoce como el Movimiento Azov”. 

 


Colborne es el mismo que escribió: “Ucrania realmente tiene un problema de extrema derecha, y no es una ficción de la propaganda del Kremlin. Y ya es hora de hablar de eso”. Fue en Forward, un diario judío-estadounidense que se publica en inglés e idish, en diciembre pasado.

Por su parte, Daniel Kersffeld escribió sobre el Batallón Azov que: Los miembros del Batallón son reclutados de organizaciones de ultraderecha, y también admite a activistas