Política
“Diario de la Guerra del Cerdo”: ficción y realidad en el espejo de la política bonaerense
El miedo como herramienta, la discriminación como norma, y la vejez como símbolo de lo descartable. Diario de la guerra del cerdo, la novela de Adolfo Bioy Casares publicada en 1969, vuelve a resonar con fuerza en una época donde la política bonaerense también parece debatirse entre el pasado y el futuro.
En el Buenos Aires que describe Bioy, la vejez no solo es una etapa de la vida, sino una condena social. Isidoro Vidal, el protagonista, enfrenta un mundo donde ser mayor lo convierte automáticamente en un enemigo. Los jóvenes, organizados casi militarmente, desatan una persecución sin tregua contra los ancianos, alentados por líderes carismáticos que buscan capitalizar el odio generacional como arma política.
Este relato ficticio se entrelaza con la coyuntura de la Argentina de finales de los años 60, marcada por tensiones entre clases sociales, generaciones y visiones ideológicas. En ese contexto, Bioy mira con recelo la movilización de los jóvenes peronistas que, bajo el paraguas del regreso de Juan Domingo Perón, buscaban reconfigurar el tablero político.
El eco con la actualidad bonaerense resulta inevitable. La provincia enfrenta sus propios dilemas intergeneracionales: sistemas previsionales desbordados, debates sobre reformas jubilatorias y una juventud que lucha por encontrar su lugar en un mercado laboral cada vez más restrictivo.
El peso de la vejez en el discurso político
“¿Quién es viejo?”, pregunta una y otra vez la novela. ¿Es una cuestión de años vividos, de utilidad percibida, o de pertenencia política? En Diario de la guerra del cerdo, el desprecio por los mayores es visceral. Los ancianos no son vistos como personas con derechos, sino como una carga.
La narrativa encuentra eco en las controversias actuales sobre políticas públicas hacia los mayores en la provincia de Buenos Aires. Mientras sectores defienden la necesidad de un sistema más inclusivo, otros recurren a la retórica de que “los recursos son limitados”, perpetuando la idea de que los ancianos compiten directamente con los jóvenes por el bienestar económico.
En redes sociales, los debates se intensifican: ¿Es justo el sistema previsional actual? ¿Deberían ajustarse las pensiones para priorizar la inversión en educación y empleo juvenil? Estas tensiones recuerdan las discusiones que atraviesan la novela, donde hasta los propios ancianos internalizan su estigmatización.
Crueldad como espectáculo y como herramienta
La obra de Bioy detalla escenas de brutalidad que, lejos de parecer excesos de la imaginación, son reflejo de una crueldad latente en cualquier sociedad que pierde de vista el valor de la empatía. Los ataques a los ancianos en Diario de la guerra del cerdo se justifican bajo pretextos económicos y sociales, pero responden a una lógica más profunda: el miedo al paso del tiempo y a la pérdida del poder.
En un paralelismo escalofriante, las dinámicas de discriminación, ya sea por edad, clase o género, siguen siendo utilizadas como herramientas políticas en la Argentina actual. Políticos bonaerenses han sido acusados de exacerbar tensiones generacionales para desviar la atención de otros problemas estructurales.
Bioy y el espejo de la política argentina
El guiño histórico de Bioy al apodo “Jóvenes Turcos” para los agresores de su novela no es casual. En 1969, la Argentina estaba marcada por el auge de movimientos revolucionarios juveniles, que desafiaban a las estructuras tradicionales en nombre de la justicia social. Bioy, un hombre de clase alta con posturas conservadoras, veía en estos grupos un potencial peligro para la estabilidad.
Hoy, la referencia tiene nuevos matices. Los discursos que dividen a la sociedad entre “productivos” e “improductivos” siguen vivos, ahora potenciados por redes sociales y medios masivos. La novela de Bioy Casares nos recuerda que estas fracturas no solo dañan a los más débiles, sino que ponen en riesgo la cohesión misma de la sociedad.
La actualidad de un libro eterno
Diario de la guerra del cerdo no es solo una novela sobre la vejez, sino una advertencia sobre lo que ocurre cuando una sociedad permite que el miedo, el odio y la utilidad percibida definan el valor de una vida.
En la política bonaerense, las tensiones entre generaciones, clases y visiones de futuro no han desaparecido. Mientras el Estado y la sociedad debaten cómo repartir recursos y responsabilidades, el relato de Bioy Casares resuena como una llamada de atención urgente: ¿qué tipo de comunidad queremos construir y qué precio estamos dispuestos a pagar por ella?