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La incertidumbre rodea el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur debido a desafíos políticos y medioambientales
En medio de un clima de incertidumbre, el tratado de libre comercio entre la Unión Europea (UE) y el Mercado Común del Sur (Mercosur) ha enfrentado desafíos políticos y medioambientales que han complicado su avance. Aunque se considera el acuerdo más importante en términos económicos para ambas partes, su futuro se encuentra en una situación de indefinición.
Las exigencias medioambientales sin resolver por parte de ambos bloques, junto con un factor político que parece disminuir la influencia de los europeos y fortalecer al presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, han contribuido a la incertidumbre en torno al acuerdo.
La UE presentó al Mercosur un borrador de un protocolo adicional al tratado de libre comercio, el cual fue preparado durante el gobierno de Jair Bolsonaro. Este documento contiene propuestas para que los países de América Latina se ajusten a los estándares climáticos europeos y cumplan con los objetivos del Acuerdo de París. Ahora, la decisión final recae en el Mercosur, especialmente en Lula, quien tiene la última palabra.
La cumbre del 17 y 18 de julio en Bruselas, donde se reunirán los líderes de los 27 estados miembros de la UE y los 33 de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), será un escenario clave para abordar este tema. Sin embargo, muchos dudan que se alcance una respuesta favorable al tratado, considerando las recientes declaraciones del presidente brasileño.
Lula advertió que el acuerdo no avanzará sin concesiones por parte de la UE y se ha mostrado en contra de una cláusula que sancionaría a los países que no cumplan con los objetivos medioambientales establecidos en el Acuerdo de París.
Aunque la UE niega haber hablado sobre posibles sanciones, estas declaraciones han generado tensiones. Además, Lula se opone al reglamento de deforestación que prohíbe la importación de productos provenientes de áreas deforestadas.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha expresado su deseo de alcanzar un acuerdo político sólido antes de fin de año, aunque este objetivo podría extenderse más allá de la cumbre de julio. Desde la Comisión Europea se entiende que Lula está jugando su carta política y aprovechando la urgencia de la UE por cerrar el acuerdo para negociar en beneficio de Brasil y el Mercosur.
Además de los desafíos medioambientales, existen otras diferencias entre los bloques. Cinco países europeos, incluyendo Francia, Bélgica, Irlanda, Austria y Países Bajos, tienen reparos respecto al tratado.
Francia, en particular, exige que los objetivos del Acuerdo climático de París se incluyan en el acuerdo y busca igualdad de condiciones de producción entre los europeos y latinoamericanos, lo cual ha sido solicitado por el sector agrícola francés.
El programa de la UE "de la granja a la mesa", que busca alimentos más saludables y sostenibles mediante la reducción del uso de plaguicidas y fertilizantes, ha sido motivo de discusión. Francia y los países productores de materias primas insisten en que el Mercosur se ajuste a normas similares, o de lo contrario, no aceptarán una apertura total del mercado en relación a estos productos.