

Axel Kicillof optó por postergar la discusión interna que sacude al peronismo bonaerense y encabezó una comitiva de intendentes y ministros hacia la sede porteña del Partido Justicialista, donde Cristina Kirchner volvió a ocupar el centro de la escena ante un posible fallo adverso de la Corte Suprema por la causa Vialidad.
El encuentro en la Casa de Gobierno con los intendentes del Movimiento Derecho al Futuro —la línea interna que lidera Kicillof— finalizó con una decisión llamativa: sumarse con urgencia al acto partidario, evidenciando una apuesta más simbólica que estratégica en medio de un peronismo fragmentado.
La comitiva incluyó a figuras con posiciones encontradas frente al liderazgo de Cristina: mientras Secco, Larroque y Bianco son promotores de un recambio dentro del espacio, otros como Magario, Watson y Alak se muestran más cercanos a la ex presidenta. La tensión es palpable y los gestos de unidad parecen más forzados que orgánicos.
Si bien en horas de la mañana se hablaba de una delegación de dirigentes de segundo orden, con nombres como Hugo Yasky o Juan Marino, la decisión de Kicillof de ponerse al frente del respaldo revela un cambio de cálculo político más que una convicción profunda.
Durante su discurso, Cristina Kirchner volvió a insistir en la idea de "proscripción", aunque evitó referirse al fondo de las acusaciones en su contra. Apeló, como en otras ocasiones, a la figura del "partido judicial" y a la supuesta complicidad entre el Poder Judicial y los sectores económicos. No obstante, sus palabras parecieron más dirigidas a revalidar su centralidad dentro del espacio que a proponer una alternativa programática.
“Estar presa es un símbolo de dignidad”, dijo, instalando una narrativa de persecución que, para muchos sectores del propio peronismo, resulta cada vez más difícil de sostener ante la gravedad de las causas judiciales y el desgaste de su figura.
Puertas adentro, las críticas también apuntaron al propio peronismo. Cristina volvió a denunciar la falta de sintonía con las bases sociales y la prioridad de algunos dirigentes por asegurarse lugares en las listas. “Déjense de joder de una vez por todas”, lanzó, en una frase que refleja más frustración que liderazgo.
Kicillof fue ubicado en primera fila, rodeado de intendentes, legisladores y referentes gremiales, en una puesta en escena que buscó transmitir respaldo, pero que también expuso las contradicciones de un espacio sin conducción clara ni proyecto de recambio consolidado.
El acto no escapó a las críticas al gobierno de Javier Milei, pero el contraste entre las denuncias de Cristina y la falta de propuestas concretas dejó al acto más como un gesto de resistencia simbólica que como un relanzamiento del espacio.
En definitiva, lo que se presentó como un acto de respaldo frente a una supuesta proscripción, fue también una postal del agotamiento de una etapa. Con un peronismo a la deriva, la pregunta ya no es si Cristina puede volver a ser candidata, sino si su figura sigue teniendo la capacidad de interpelar a una sociedad que parece haber girado la página.