

El presidente Javier Milei se lanzó a la conquista electoral de la provincia de Buenos Aires con insultos a su gobernador: “pelotudo”, “pichón de Stalin” y “burro eunuco”, son algunas de las descalificaciones que profirió contra Axel Kicillof, para convertir el odio y la grosería en capital político, e instalar un escenario de confrontación entre "el bien" y "el mal" en el teatro del poder.
El insulto y el agravio son las armas del ignorante para defender su incapacidad de diálogo, porque como dijo Séneca: “la ira es un ácido que puede hacer más daño al recipiente en el que se almacena que en cualquier cosa sobre la que se vierte”.
La convivencia en democracia es incompatible con el odio, que junto a la ira, son como el fuego en un bosque seco. Descargar insultos sobre el adversario bajo la excusa de la libertad de expresión tiene patas cortas. La palabra violenta amplificada en las redes sociales, es el primer paso de una dinámica tóxica y muy peligrosa, que solo puede generar más violencia.