viernes 01 de agosto de 2025 - Edición Nº4789

Nacionales | 31 jul 2025

Por Fernando Somoza Especial para NA

De fanáticos e interesados

Los que comenzaron a descreer del falso mesías han sido muchos y todo parece indicar que serán muchos más. No es posible predecir los tiempos, porque resulta muy difícil soltar la esperanza para quienes resulta el único salvavidas ante una nueva frustración


A poco de cumplirse 20 meses en el gobierno, el tamiz del tiempo va dejando al descubierto los elementos que lo integran.

En ese ir y venir del zarandeo ha ido desapareciendo un gran volumen de personas que en el origen confiaron en promesas que juraban algo distinto y al poco tiempo de gobernar ya habían empezado a hacer lo mismo.

Peor todavía, significó hacer lo contrario a los dichos de antaño, como por ejemplo, pasar de decir que un exministro se había “fumado” miles de millones de dólares a darle un cargo Ejecutivo y ponerlo de “ministro” en el mismo lugar de entonces.

Quiere decir que, si toda la carga emocional de este nuevo candidato y sus electores estaba puesta en la presunta mejora de la economía, apenas llegado al poder ya había rifado sus valores.

En el mismo sentido, se dijo que sería “la casta”, la que pagaría los costos de malas políticas anteriores; pero al poco tiempo los votantes que habían confiado en el proyecto creyéndose víctimas inocentes de los tiempos pasados, fueron -una vez más- los que pagaron la cuenta de la fiesta que los de siempre disfrutaron.

Algunos tuvieron un cargo extra que todavía vienen abonando, a través de una inusitada represión de las fuerzas de seguridad frente a los reclamos, conformando un mensaje tácito, tan cruel como morboso y humillante: “te miento, te pego y te culpo”.

Javier Milei ganó con el 56 por ciento de los votos el balotaje de 2023 y esa diferencia de 11 puntos con Sergio Massa lo ubicó en el máximo escalón de la política argentina.

Ese dato es el único válido y certero, frente a cualquier tipo de encuestas que hoy se difundan, pero no caben dudas que, de repetirse la elección con el diario del lunes, jamás lograría un número similar.

Los que comenzaron a descreer del falso mesías han sido muchos y todo parece indicar que serán muchos más. No es posible predecir los tiempos, porque resulta muy difícil soltar la esperanza para quienes resulta el único salvavidas ante una nueva frustración.

Los que quedan son los fanáticos, esos aparecidos en estos nuevos tiempos. Por lo general jóvenes nacidos en democracia, ajenos a lo que fueron los gobiernos opresores, que han leído poco de historia y carecen de empatía.

Las redes sociales con su banalidad e información falsa difícil de contrastar, se sumó a una pandemia de confinamiento y aberraciones desinformativas.

Jóvenes que con su fanatismo empujaron a muchos adultos de la familia a creer otra vez en un plan de gobierno “esperanzador” y que una vez más terminaron decepcionados.

Y así como cuando uno se tropieza y de desparrama contra la vereda, para luego levantarse, sacudirse y pasarse un poco de saliva en los rapones; los fanáticos siguen enhiestos por la pasarela de las vanidades sin reconocer lo que realmente pasa y haciendo caso omiso a los tropezones. “No pasó nada, todo está bien” dirán, mientras tratan de disimular que cojean por el golpe.

El resto del grupo de los que aplauden, está conformado por los “interesados”. Aquellos a los que les va bien porque forman parte de algunos de esos sectores ligados a la “plata dulce” que se están repartiendo, en lugar de volcarla a las reservas que den sustentabilidad al plan.

Se le suman los parásitos de la política, la verdadera casta inmune, que se lleva salario y tajada, avalando las prácticas más espurias contra la república. También conocedores de las finanzas y de la especulación y por supuestos los actores externos a los que les interesa quedarse con algunas de las pocas joyas que salgan a rematarse para aguantar los trapos que ya se ven rasgados.

Los que no aparecen son los “amigos del campeón” que parecían acompañarlo, que lo alababan y también jugaban con la motosierra, prometiendo inversiones que nunca llegaron, como aquellos brotes verdes que jamás germinaron.

Fuera de los fanáticos y los interesados, no hay otro sustrato que permita sostener a un gobierno que comienza a mostrar crujidos internos. Que debe enfrentar fuertes olas en el sentido de elecciones, vencimientos de deudas, falta de ingresos, impaciencia de las comunidades y críticas de los propios economistas que antes lo aplaudían.

Para colmo cuenta con un desvalido chinchorro en medio de un océano de realidades que intenta guardar en las profundidades para no verlas, pero que salen a flote peligrosamente, haciendo cada vez más cercano el naufragio del conjunto

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