

“Tigre es mi vida”, suele repetir el intendente Julio Zamora, pero todo indica que también es su negocio. Desde 2013 al frente del municipio —tras la salida de Sergio Massa—, Zamora ha consolidado un esquema de empleomanía familiar pocas veces visto, incluso para los estándares del conurbano bonaerense.
La denuncia fue expuesta recientemente por el periodista Esteban Trebucq en LN+, quien reveló que Zamora había designado a su esposa, hija y cuñada en altos cargos municipales. Sin embargo, la red de familiares es aún más extensa, e incluye a ocho parientes directos con sueldos que superan ampliamente el promedio nacional. Mientras el salario mínimo ronda los 312 mil pesos, la familia Zamora embolsa más de 40 millones por mes en sueldos brutos, todos financiados con fondos públicos.
Julio Zamora, intendente: $13.137.802
Gisela Hortazo, esposa y secretaria de Desarrollo Social: $6.186.000
Gabriela Zamora, hija y secretaria de Gobierno: más de $6 millones
Magalí Zamora, hija y directora de RRHH: $811.696
Mario Zamora, hermano y asesor: $6.149.899
Andrés Pérez, yerno y director de Habilitaciones: $2.032.490
Damián Roche, yerno con cargo político: $3.985.789
Graciela Basso, cuñada y directora de Cultura: más de $2 millones
Estos cargos, todos de alta jerarquía o incidencia política, no solo implican grandes sumas de dinero, sino también control institucional. Desde el manejo de personal y recursos sociales, hasta las habilitaciones comerciales y la cultura, la estructura municipal está copada por el entorno íntimo del intendente.
Uno de los aspectos más graves es la opacidad institucional. Tal como señaló Trebucq, el organigrama oficial no está publicado, dificultando la verificación de los cargos. La ausencia de controles y la concentración del poder ponen en evidencia un modelo de gestión patrimonialista, donde el municipio se transforma en una extensión del núcleo familiar gobernante.
Mientras tanto, los problemas estructurales de Tigre persisten: calles rotas, hospitales saturados, inseguridad creciente y falta de servicios básicos. En ese contexto, los vecinos no solo deben enfrentar las carencias cotidianas, sino también financiar, sin saberlo, una maquinaria de sueldos familiares millonarios.
¿Gobierno o negocio privado? El caso de los Zamora deja una pregunta central sobre el uso del Estado como herramienta para el enriquecimiento de unos pocos. Y aunque no es un fenómeno aislado, el nivel de descaro en Tigre marca un precedente preocupante.