

Durante una cena de recaudación de fondos en Puerto Madero, organizada por la Fundación Faro —un think tank liderado por Agustín Laje y vinculado a Santiago Caputo—, el presidente Javier Milei pronunció un discurso que volvió a colocar su figura en el centro de la polémica.
En un intento por justificar su reciente veto al aumento de las jubilaciones, Milei sostuvo que “parece que los que hoy tanto reclaman son los mismos que antes vetaban”, haciendo referencia a decisiones anteriores de sectores políticos opositores. El presidente repitió su habitual diagnóstico económico sobre la situación heredada: “Los kukas parece que nos dejaron en Suiza y nosotros cometimos una masacre”, ironizó, responsabilizando al kirchnerismo por la actual crisis y acusándolos de haber “destruido el capital” y empobrecido a la población.
La frase que más repercusión generó fue su reflexión sobre la situación social y la pobreza: “Si fuera cierto que no llegan a fin de mes, la calle tendría que estar llena de cadáveres”. La afirmación fue tomada por muchos sectores como una banalización del sufrimiento social en un contexto donde el poder adquisitivo, el empleo y las jubilaciones atraviesan una situación crítica.
Milei también dejó lugar para sus ya características referencias religiosas, aunque en este caso aclaró: “No me estoy creyendo Moisés”, aludiendo a una mención bíblica que no desarrolló en profundidad, pero que volvió a vincular su figura con una retórica mesiánica que ha sido constante en sus discursos públicos.
Este episodio confirma el tono confrontativo y disruptivo con el que Milei continúa sosteniendo su narrativa presidencial, incluso ante temas sensibles como el ajuste previsional o la pobreza. Al mismo tiempo, refuerza su estrategia de sostener el apoyo del núcleo duro libertario mediante intervenciones provocadoras en espacios afines.