

La Ciudad de Buenos Aires se convirtió en el epicentro estratégico de las elecciones de octubre. El oficialismo de Javier Milei, a través de La Libertad Avanza, cerró una lista que no solo expresa la ambición de fortalecer su poder en el Congreso, sino también la reconfiguración de alianzas dentro del espacio de derecha. Patricia Bullrich, símbolo de la “mano dura” y figura con largo prontuario político, encabeza en el Senado, mientras Alejandro Fargosi, recordado por insultos antisemitas y un pasado ligado al macrismo, ocupa el primer lugar en Diputados.
El armado revela un proceso de fagocitación: los libertarios absorben cuadros del PRO, desplazando a quienes fueron referentes bajo el ala de Mauricio Macri, aunque aún logra ubicar a algunos operadores propios. Karina Milei emerge como arquitecta del nuevo mapa político, reforzando vínculos con sectores ultraconservadores y relegando a otros libertarios más cercanos a Santiago Caputo.
Sin embargo, la amalgama de ex PRO, economistas liberales, militantes antiderechos y funcionarios con prontuarios polémicos, exhibe más fragilidad que cohesión. Las contradicciones saltan a la vista: dirigentes que ayer se insultaban hoy deben justificar alianzas, y figuras con antecedentes represivos o declaraciones discriminatorias ahora son presentadas como representantes de “renovación”.
En el trasfondo, la lista no solo es un reacomodamiento electoral, sino un proyecto político más claro: mayor ajuste económico, ofensiva contra derechos conquistados y un alineamiento geopolítico con los intereses más conservadores. Frente a un gobierno golpeado por la crisis y un peronismo debilitado, la izquierda insiste en que la verdadera oposición se juega en las calles y no en pactos parlamentarios que sostienen la motosierra oficialista.