

¿Por qué de repente todo el mundo habla de Argentina y unos minerales que parecen invisibles pero mueven el tablero global? La respuesta está en las llamadas tierras raras y en un juego geopolítico que mezcla dólares, misiles y diplomacia de alto voltaje.
Las tierras raras son 17 elementos químicos que, aunque suenen a cuento de ciencia ficción, son esenciales para la tecnología moderna: desde celulares y autos eléctricos hasta radares militares y satélites. No brillan ni relucen, pero sin ellas no hay motores potentes, turbinas eólicas ni chips de inteligencia artificial.
El interés internacional por estos minerales explica la atención de Donald Trump hacia países con potenciales yacimientos. Estados Unidos, que dejó morir su producción interna en los ’90, depende hoy casi por completo de China, que controla cerca del 70% de la producción global y más del 80% de la refinación. Cada yacimiento fuera del gigante asiático se vuelve estratégico.
En ese contexto, Argentina aparece como un jugador potencial. Estudios del Segemar identificaron concentraciones de tierras raras en San Luis, Córdoba, Mendoza, Salta, Jujuy, Catamarca y Río Negro. No hay explotación industrial todavía, pero los expertos consideran que el país podría ubicarse entre los 15 mayores proveedores del mundo. Brasil, con más de 22 millones de toneladas estimadas, sigue siendo el líder sudamericano, mientras que China mantiene su hegemonía mundial.
El tablero geopolítico se complejiza con decisiones recientes: cuando Xi Jinping anunció restricciones en las exportaciones de tierras raras, Donald Trump respondió con un arancel del 100% a productos chinos y amenazó con cancelar reuniones diplomáticas. Entre medio, el gobierno de Milei quedó atrapado en un juego que combina rescate financiero del Tesoro de EE. UU. y la presión por alinearse o distanciarse de China.
El interés no es solo económico: controlar estas materias primas significa influencia sobre la tecnología del futuro. El Departamento de Estado ya incluyó a las tierras raras latinoamericanas en su programa de “minerales críticos” y envió delegaciones a evaluar disponibilidad, regulación y posibles corredores logísticos. La experiencia con el litio muestra que Estados Unidos quiere participar activamente, sin dejar que China marque la pauta.
Argentina, aunque todavía pequeño frente a gigantes como China o Brasil, tiene un subsuelo valioso. Si se logra desarrollar industrialmente, estos yacimientos podrían no solo atraer inversiones, sino convertirse en una palanca para estabilizar la economía y posicionar al país en la nueva economía digital.
Lo que está en juego va más allá de minerales: es una pulseada global por el control de los insumos que definirán la tecnología del siglo XXI. Y Argentina, con sus yacimientos de tierras raras, tiene la chance de entrar en ese tablero… pero la pregunta sigue abierta: ¿podrá aprovechar esta oportunidad antes de que China o Estados Unidos tomen la delantera?