El 16 de noviembre de 1955, en plena Revolución Libertadora, el gobierno de facto encabezado por Pedro Eugenio Aramburu avanzó directamente sobre el corazón del movimiento obrero. La medida más fuerte fue la intervención de la CGT, un golpe directo al aparato sindical que había crecido durante los años del peronismo y que seguía teniendo una enorme capacidad de organización incluso después del derrocamiento de Juan Domingo Perón.
La intervención no fue solo “administrativa”: implicó sacar a las autoridades gremiales, frenar actividades sindicales consideradas políticas y poner interventores militares en sindicatos clave. En la práctica, se buscaba cortar de raíz la influencia del sindicalismo peronista, que venía consolidado como un actor social muy potente.
Hace 53 años restituyen el cuerpo de Evita a Perón que había sido secuestrado por la Revolución libertadora de la CGT el 22 de noviembre 1955 por orden de Pedro E Aramburu
— Gracias Néstor✌🏼 (@lamasmoron) September 3, 2024
El 3 de septiembre de 1971 luego de 16 años, el General exiliado recibía los restos de su esposa en Madrid. pic.twitter.com/rnY1CaWPjD
Pero ese mismo día pasó algo más —y acá es donde el rompecabezas empieza a cerrar—. Aramburu designó a Álvaro Alsogaray como ministro de Industria. Su figura representaba una mirada económica distinta, mucho más cercana a sectores liberales que impulsaban apertura comercial, recorte del gasto público y una reorganización profunda del modelo productivo.
El nombramiento de Alsogaray no fue un detalle: marcó el inicio de un giro económico que se sentía como un contraste total frente al modelo estatal y social que había predominado durante el peronismo. Su llegada al gabinete mostró con claridad cuál era el proyecto de la dictadura: desmontar las estructuras políticas que sostenían al peronismo, desarticular la base sindical y redefinir el rol del Estado desde una perspectiva más liberal.
Cuando mirás ambas decisiones juntas —la intervención de la CGT y el nombramiento de Alsogaray— se vuelve evidente que aquel 16 de noviembre no fue un hecho aislado, sino un punto de quiebre. Desde ahí en adelante, las tensiones entre el Estado, los sindicatos y los proyectos económicos en disputa se volvieron parte permanente del escenario político argentino.
Es por eso que esta fecha sigue siendo clave para entender por qué el movimiento obrero, la política económica y el sistema político argentino tomaron el camino que tomaron en las décadas siguientes. Todo empezó con ese doble movimiento: disciplinar a los sindicatos y reorientar la economía.