Algo pasó dentro de la UCR, y todavía nadie lo quiere decir en voz alta. Pero lo que se defina en los próximos días puede cambiar para siempre el peso del partido en el Congreso. La pregunta que todos se hacen —y que todavía no tiene respuesta— es si el radicalismo va a recuperar identidad o si quedará reducido a un rol meramente testimonial. Esa incógnita atraviesa toda la política nacional… y en un minuto vas a ver por qué.
La crisis interna se profundizó después de años de retrocesos electorales y del experimento de compartir boleta con La Libertad Avanza en varios distritos. Ese movimiento dejó heridas abiertas y un partido sin volumen propio, justo cuando más necesita ordenarse. El nuevo mapa legislativo expuso esa fragilidad: diputados que entran al Congreso en alianza con el mileísmo desde Chaco, Mendoza y Entre Ríos, y otro a través de un acuerdo con Provincias Unidas. En el Senado pasa lo mismo: el radicalismo pierde peso mientras el kirchnerismo —sin Gerardo Zamora— celebra la falta de cohesión radical.
Composición del Congreso a partir del 10 de diciembre:
— Encuestas Argentinas (@_EncuestAR_) November 29, 2025
Nueva Cámara de Diputados:
Fuerza Patria: 92
LLA: 91
PRO: 16
País Federal: 15
Provincias Unidas: 8
UCR aliada: 6
UCR crítica: 6
Izquierda: 4
Coherencia: 4
Encuentro Federal: 3
Socialistas: 2
CC: 2
MID: 2
Prod. y Trab.: 2… pic.twitter.com/KTWTQAK3bh
A partir de diciembre llegan dos figuras clave: María Inés Zigarán, de Jujuy, y Martín Lousteau, aún presidente del Comité Nacional. Los dos aterrizan bajo el paraguas de Provincias Unidas, un espacio donde la discusión es simple pero explosiva: ¿un bloque unificado o un archipiélago de interbloques? Por ahora, silencio y tensión.
Hoy la UCR está partida en dos espacios que casi no se hablan. Por un lado, los “radicales con peluca”, identificados con Alfredo Cornejo, donde destaca Pamela Verasay. Por otro, el grupo progresista “Democracia para Siempre”, sostenido por Pablo Juliano tras la salida de referentes como Facundo Manes, Fernando Carabajal, Danya Tavela y Carla Carrizo.
En ese escenario, la posición de Lousteau es un dilema: si apuesta por seguir dentro del radicalismo, podría disputar la conducción de ese pequeño bloque, apoyado por Mariela Coletta. También será determinante lo que decidan Jorge Rizzotti y la propia Zigarán.
Los gobernadores tampoco están alineados. Algunos no quieren quedar pegados a un interbloque demasiado cercano al mileísmo. Temen que eso termine por borrar lo poco de identidad radical que queda. El kirchnerismo, atento, busca aprovechar el hueco para sumar poder en la Cámara Alta sin una oposición radical ordenada.
Cornejo es el único que empuja abiertamente una reunificación, aunque hoy parece muy lejana. Intenta fijar límites frente a las reformas laboral, impositiva y previsional, pero ese paquete es justamente lo que la facción progresista no está dispuesta a acompañar.
En Provincias Unidas también hay movimiento. El santafesino Maximiliano Pullaro quiere fortalecer el espacio para marcar distancia de Javier Milei, aunque algunas versiones señalan que Gisela Scaglia quedaría al frente del interbloque, complicando cualquier intento de Lousteau de proyectarse como líder nacional.
En el Senado, el bloque radical quedará presidido por Eduardo Vischi, alineado con Gustavo Valdés, mientras Maximiliano Abad trabaja para sumar volumen sin romper.
Todo esto se encamina hacia un día decisivo: el 12 de diciembre, cuando se elegirá al sucesor de Lousteau en el Comité Nacional y la nueva mesa directiva que tendrá que conducir a un radicalismo cada vez más reducida, disperso y con menos peso en la pelea por el poder nacional.
El partido que históricamente se plantó frente al peronismo hoy discute algo mucho más básico: su propia supervivencia.
