Algo se movió fuerte en el gabinete provincial y, aunque en los pasillos todos hablan del reacomodo, todavía falta entender qué busca realmente el Gobierno con estos cambios. Y ahí está la clave: dos dirigentes de confianza del gobernador quedaron mucho más fuertes que antes. Pero la historia no termina ahí…
El rearmado que impulsó Martín Llaryora no fue un simple cambio de nombres. Fue un mensaje político. El gobernador decidió concentrar poder en dos aliados directos: Miguel Siciliano y Gustavo Brandán. Cada uno quedó al mando de áreas clave para llegar a los barrios y ordenar programas que venían con críticas internas.

Miguel Siciliano asumió como ministro de Vinculación y Gestión Comunitaria con un objetivo que no ocultó: caminar los barrios y proyectarse políticamente. Apenas tomó el cargo lo dijo sin vueltas: quiere seguir el proyecto que empezó cuando Llaryora y Daniel Passerini desembarcaron en la Municipalidad en 2019, donde él fue secretario de Gobierno.
Su nueva agenda no incluye conflictos de alto desgaste. Va a manejar programas “blandos”, los que trabajan directamente con la gente. Economía naranja, centros vecinales y la difusión de las grandes obras provinciales en Córdoba capital son su territorio. Además, tendría influencia en Turismo, Cultura y la Agencia Joven, lo que implica un recorte para Manuel Calvo.
En el PJ ya lo ven como un actor central para disputar poder en la ciudad. No es casual que su esposa, Victoria Flores, haya seguido como ministra de Ambiente. Ese armado le da a Siciliano una plataforma política más amplia, que varios en el peronismo capitalino ya empezaron a activar.
El otro beneficiado del reacomodo es Gustavo Brandán, ministro de Cooperativas. Su perfil es más bajo, pero su crecimiento es claro: absorberá varios programas que estaban en manos de Laura Jure, la ministra de Desarrollo Social.
Jure venía golpeada por la polémica caída de dos polideportivos sociales, obras que su cartera debía supervisar. Además, había ejecutado menos del 60% de su presupuesto anual, algo que en El Panal no pasaron por alto. Su retroceso es leído dentro del PJ como parte del repliegue del sector schiarettista después del resultado electoral de octubre.
El movimiento es simple: Llaryora ordena su gabinete para fortalecer a dirigentes propios y garantizar presencia directa en los barrios. Siciliano toma visibilidad y territorio. Brandán gana poder administrativo. Jure pierde influencia. Y el peronismo capitalino ya se mueve pensando en lo que viene.
El loop se cierra acá: el rearmado no fue solo administrativo, fue político. Todavía falta ver cómo impacta en la nueva estructura del Gobierno, pero el mensaje es claro: el gobernador ya eligió a quiénes quiere más cerca.