Los gobernadores de Provincias Unidas y Evolución cerraron un entendimiento clave para que Leonel Chiarella sea el próximo presidente de la UCR. El acuerdo marca un punto de inflexión puertas adentro del partido y ordena, al menos por ahora, una interna que venía cargada de tensiones.
Chiarella, actual intendente de Venado Tuerto, es una de las figuras jóvenes con mayor proyección dentro del radicalismo. Con 36 años, fue reelecto en 2023 con el 83% de los votos, un dato que dentro del partido leen como señal de gestión y respaldo político. Su llegada a la conducción nacional no es casual: es un movimiento impulsado por Maxi Pullaro, su jefe político y uno de los gobernadores con mayor peso en la estructura partidaria.

El acuerdo fue motorizado por Gustavo Valdés, Carlos Sadir y el propio Pullaro, quienes junto a Evolución concentran cerca del 75% del Comité Nacional de la UCR. Con ese número sobre la mesa, avanzaron para asegurarse la presidencia, aunque las negociaciones siguen abiertas para sumar apoyos y evitar ruidos internos.
En ese esquema, Valdés aparecía como uno de los candidatos con mayor consenso. Sin embargo, decidió bajarse cuando todo parecía encaminado. Según explican en el radicalismo, el ex gobernador prefirió evitar una interna entre las distintas tribus del partido que pudiera dejarlo sin poder real y con escaso margen de maniobra.
Más allá de los nombres, en la UCR remarcan que el objetivo es fijar una posición clara frente al gobierno nacional. “No vamos a cogobernar con Milei, queremos que haya otra opción opositora más allá del kirchnerismo”, deslizó uno de los armadores del acuerdo. La frase resume el espíritu que buscan imprimirle a esta nueva etapa.
La elección de Chiarella también apunta a renovar la imagen del partido. Juventud, gestión local y volumen electoral son los atributos que destacan quienes empujaron su candidatura. En Venado Tuerto, su figura logró consolidarse y ahora el desafío es trasladar ese capital político a una estructura nacional compleja.
Desde Mendoza, Alfredo Cornejo no pondrá objeciones a la designación, aunque en su entorno advierten que el futuro presidente de la UCR podría tener un liderazgo limitado, condicionado por los gobernadores que lo respaldaron.
Con el acuerdo casi cerrado, el radicalismo entra en una nueva fase. La incógnita ya no es quién conducirá el partido, sino si esta conducción logrará ordenar a la UCR y construir una alternativa opositora con peso propio en el escenario nacional. Ahí está, en realidad, la verdadera disputa que recién empieza.
