Algo empezó a moverse lejos de los flashes y no fue casual. Una cena reservada, pocos invitados y una definición que todavía no se dice en voz alta, pero ya se empieza a ordenar. ¿Qué se habló realmente en El Mangrullo y por qué ese encuentro vuelve a poner a Axel Kicillof en el centro del mapa político nacional?
Hace apenas unos días, en el restaurante El Mangrullo, en Ezeiza, se reunieron intendentes de distintas provincias en un encuentro con clima de cierre de año, pero con mirada larga. El anfitrión político fue Fernando Espinoza, intendente de La Matanza y presidente de la Federación Argentina de Municipios (FAM).
Aunque no hubo anuncios formales ni fotos difundidas, el mensaje fue claro: empezar a construir el respaldo territorial para una eventual candidatura presidencial de Axel Kicillof en 2027. No fue un lanzamiento, pero sí un primer paso ordenado.
La Federación Argentina de Municipios será una pieza central del armado. La estrategia que se acordó apunta a usar esa estructura para crecer en provincias donde el peronismo hoy no gobierna. Allí, los intendentes funcionan como anclaje político y social, sin imponer figuras externas ni generar choques con liderazgos locales.
En los distritos donde el peronismo sí es gobierno, la construcción quedará más ligada al propio Axel Kicillof y a su mesa política. La idea es clara: sumar sin invadir y ordenar sin verticalismos.
El nombre de Axel Kicillof surge en un momento particular. El peronismo atraviesa una etapa de debate interno, sin una conducción nacional definida y con necesidad de renovar liderazgos. En ese escenario, el gobernador bonaerense aparece como una figura con gestión, visibilidad y proyección nacional.
La cena en Ezeiza funcionó como un gesto político fuerte: muchos intendentes ya lo ven como una opción competitiva hacia 2027 y quieren empezar a trabajar desde ahora.
El encuentro dejó una señal concreta. La construcción política ya no se piensa solo desde Buenos Aires, sino con un enfoque federal. El objetivo es evitar errores del pasado: armados cerrados, decisiones centralizadas y candidatos impuestos.
La consigna que circuló entre los asistentes fue simple y directa: respeto por cada territorio, acuerdos amplios y una construcción gradual.
No hay candidatura lanzada ni campaña en marcha. Pero sí hay una decisión: empezar a ordenar el tablero con tiempo. La cena en El Mangrullo marcó ese punto de partida.
El peronismo empezó a discutir su futuro y Axel Kicillof ya está dentro de esa conversación. Lo que hoy fue una mesa chica, mañana puede transformarse en un armado nacional. Y eso, en política, nunca es un dato menor.