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¿Reviviendo el terror? La nostalgia de Nicolás Márquez por la Noche de los Bastones Largos
El 10 de octubre, Nicolás Márquez, conocido biógrafo y ferviente aliado de Javier Milei, subió a un debate polémico con su publicación: "Vieron que al final 'La Noche de los Bastones Largos' no fue un error?" Este comentario surge en un contexto donde las universidades enfrentan recortes presupuestarios, registrando una de las etapas más oscuras de la historia argentina.
Márquez, quien parece tener una fascinación peligrosa por el autoritarismo, evoca la brutal represión de 1966, cuando la dictadura de Juan Carlos Onganía reprimió con violencia a estudiantes y docentes de la Universidad de Buenos Aires (UBA). En aquella época, la intervención militar en las instituciones educativas no solo despojó a las universidades de su autonomía, sino que también buscó borrar un legado de pensamiento crítico que había florecido desde la Reforma Universitaria de 1918.
Márquez, al reivindicar este oscuro capítulo, parece ignorar las lecciones de la historia. ¿Qué lo lleva a desear una repetición de una represión que costó años de sufrimiento y atraso en el ámbito educativo y científico? Su visión, cargada de un fundamentalismo ultraderechista, se asemeja a la ideología de Onganía, quien consideraba la educación universitaria como un bastión del “marxismo”. De esta manera, Márquez se presenta como un defensor de un modelo educativo que rechaza el pensamiento crítico, un eco perturbador de un pasado que muchos desearían olvidar.
En su comentario, Márquez ignora las consecuencias nefastas de la Noche de los Bastones Largos: la “fuga de cerebros” que devastó el sistema educativo argentino, la renuncia a millas de docentes y la represión sistemática que marcó a generaciones enteras. En una reflexión crítica, el periodista Daniel Cecchini recuerda cómo la misma noche del golpe, el rector de la UBA, Hilario Fernández Long, convocó a la comunidad educativa a defender la democracia, un espíritu que contrasta profundamente con el cinismo de Márquez.
La represión no solo fue un ataque a la educación; Fue un intento deliberado de desmantelar el progreso intelectual y científico que había comenzado a emerger en Argentina. En la década de 1960, se promovían nuevas carreras y se impulsaba la investigación científica, una era que Onganía pretendía destruir por considerarla una amenaza.
El llamado de Márquez a revivir estos métodos represivos no solo refleja una falta de comprensión histórica, sino también una peligrosa nostalgia por la violencia y el autoritarismo. Su retórica, que trivializa la experiencia del sufrimiento, es un recordatorio inquietante de cómo la historia puede repetirse si no se aprende de ella. La educación no debe ser un campo de batalla, sino un espacio de reflexión y libertad.
Este tipo de discursos pone en evidencia la necesidad de una sociedad que se oponga firmemente a cualquier forma de represión, recordando siempre que la lucha por la autonomía universitaria y el pensamiento crítico no es solo un capítulo del pasado, sino una premisa esencial para un futuro. democrático y pluralista. ¿Realmente estamos dispuestos a permitir que la historia se repita, o aprenderemos de sus lecciones?