Se presenta como Aldo Adolfo Leiva, del Regimiento 4 de Monte Caseros (Corrientes). Clase 63. Después de terminar la escuela en el año 81, fue sorteado con el número 681 y se incorporó en febrero de 1982 a lo que se denominaba vulgarmente como “colimba”. Hizo la instrucción y le dieron la primera licencia a fines de marzo para visitar a sus familiares en Chaco. Antes de poder irse a su pueblo, los mandos le informaron que había un inconvenientes en el tren y no se podía abordar y volvieron a los destacamentos. A los pocos días, amanecieron un 2 de abril con la noticia de que se habían tomado las Islas Malvinas.
“Nos mandaron a Puerto San Julián, nos decían que íbamos a estar para un ataque aeronaval y que teníamos todos los elementos para hacerlo. Lo que recuerdo perfectamente es que el 1 de mayo ya estaba en las islas”, recuerda el diputado nacional. Fue con dos meses de instrucción y 19 años. “Es como si de la reserva te pasen a la selección nacional a jugar un mundial”, sentencia. Se saca el sombrero por los oficiales jóvenes que fueron al campo de batalla. Habla de la resignación de la guerra. El momento más duro que le tocó enfrentar. De su promesa a Dios para no quitarse la vida y volver a ver a su familia y de cómo Malvinas está todos los días presente. Historia de vida en primera persona.
¿Cómo es la guerra? “Una cosa es escuchar el primer disparo y otra cosa con el paso del tiempo. Te adaptas”, define. El día más triste y la vuelta al pueblo. Las lágrimas de su familia y cómo transformó eso en una carrera política. De esto hablamos con un excombatiente que camina los pasillos del Congreso con una banca en la Cámara de Diputados.
-Data Clave: ¿Qué te tocó de la guerra y que es haber estado en Malvinas?
-Aldo Leiva: No me contaron la guerra, la viví. No me contaron lo que es combatir porque combatí. No me contaron lo que es el dolor porque tuve la pérdida de mis camaradas. No me contaron lo que es el miedo porque tuve miedo y no me contaron lo que es la resignación y el sentirte derrotado, vencido e impotente. Los combates propiamente dichos los viví, yo estaba en la compañía C, llegamos a estar en primera fila. Lo que implica combate casi cuerpo a cuerpo. Tuve compañeros que se enfrentaron cuerpo a cuerpo. En particular, me tocó el tiro a tiro.
-DC: ¿Y cómo es el tiro a tiro, en qué hora del día, cómo eran?
-AL: Casi siempre son de noche. Uno ve el recorrido del proyectil de manera rasante. También me tocaron bombardeos. Se genera una situación de extrema tensión. Siempre digo que gracias a Dios estoy acá, una de las bombas nos cayó a dos metros en una oportunidad. Cuando te bombardean no tienes otra cosa por hacer que buscar resguardo.
-DC: ¿Qué sensación te queda de todo lo que envuelve a una guerra?
-AL: A la guerra no van los que deciden la guerra, los que deciden no mandan a sus hijos, los que venden armas no conocen el campo de combate, los que deciden la guerra siempre están protegidos. Salvo honrosas excepciones, nunca hay generales muertos o con consecuencias de la guerra. Las guerras modernas se deciden en un escritorio, que sufra y muera al que le toque.
-DC: ¿Viste a tus superiores en Malvinas?
-AL: No podemos encasillar a todos los que eran oficiales o suboficiales. Con los jóvenes me saco el sombrero. Tenían cuatro o cinco años más que nosotros. Estaban con nosotros. A ellos los reivindico. Me sigo comunicando con muchos de ellos. Con el jefe de compañía que fue herido y le salvamos la vida con otros soldados. Los altos mandos brillaron por su ausencia, pero oficiales, suboficiales, tenientes y cabos jóvenes estuvieron con nosotros y siguen estando.
-DC: ¿Cuánto duró toda esta situación de estrés y tensión cómo se soporta físicamente?
-AL: Hasta el 14 de junio. El día más triste. El ser humano es una cosa extraordinaria como se adapta. Una cosa es escuchar el primer disparo y otra cosa con el paso del tiempo. Te adaptás. Llega un momento que calculás a dónde va a caer el proyectil por el sonido, si escuchás que viene cerca, te cubrís si ves que va a caer lejos no pasa nada, sigue todo normal. Te acostumbrás. La situación te va llevando a hacer naturales cosas como no bañarte durante meses.
-DC: ¿Recordás alguna situación límite?
-AL: Particularmente tuve una situación límite. Había decidido terminar con todo. Serían los primeros días de junio. Habíamos ido con un grupo de soldados en busca de provisiones. Era una noche horrible, llovía, hacía frío. Me fui quedando solo, me senté en una piedra, cargué el fusil y cuando iba a hacerlo, hablé con Dios, le pedí perdón por lo que iba a hacer. Le dije que no creía en el cura y en el edificio, a pesar de ser católico, pero le prometía que si volvía sano y encontraba a mis seres queridos, el primer domingo de misa en mi pueblo iba de rodillas desde la casa de mis padres hasta la capilla. Llevábamos muchos días y eran los de más bombardeos y bajas que íbamos sintiendo.
-DC: ¿Cómo fue volver?
-AL: Fue como lo había soñado. Cuando vuelvo, me llevan unos familiares desde Resistencia a San Martín. Cuando bajé del auto me abrazo con mi madre que lloraba desconsolada, mi papá nos miró y nos preguntó por qué estábamos llorando sin darse cuenta que él también estaba cubierto de lágrimas.
-DC: ¿Fuiste arrodillado a la iglesia?
-AL: Si, llegué un sábado y el domingo fui desde la esquina de lo de mis padres a la iglesia. En plena misa, recé un padre nuestro y cumplí mi promesa.
-DC: ¿Cómo llegas a la política?
-AL: Yo quería estudiar en una escuela militar. Malvinas me cambió el chip. La actitud de los mandos superiores me hizo dar cuenta que no era para mi. A mi regreso hubo una inundación en el pueblo, fui a la escuela a brindar ayuda y desde ahí me fue llevando. Mi papá era radical, originalmente me veían del radicalismo pero no me sentía identificado, cuando me invitan del peronismo me sumé, fui elegido concejal en 1983 con 20 años. Me faltaba un mes para los 21 y no me dejaron asumir, me obligaron a renunciar. Hay que ser jodido para sacarle a un chico de 20 años que viene de una guerra la posibilidad de asumir el lugar por el que me habían votado. Después de eso perdí por paliza todas las elecciones. En el 2003 la gente me dio la chance de ser intendente, fui reelecto 3 veces más.
-DC: ¿Cómo vinculas tu misión en la política con Malvinas?
-AL: En todo. El juramento no es un acto protocolar. La primera vez que asumí como intendente juré por mis camaradas muertos en Malvinas y cuando juré como diputado también. Es un compromiso fuerte. Es defender lo nuestro. Es tratar de contribuir para un país mejor.
-DC: A 40 años del inicio de la guerra, ¿Cuántas veces al día está presente Malvinas?
-AL: Hay dos cosas que están presentes todos los días. Una es mi padre desde que se murió. La presencia de mi padre me lleva a recordar Malvinas. A mi padre con mucho afecto y Malvinas entendiendo que fue una etapa donde la dictadura militar utilizó un hecho muy significativo para intentar perpetuarse en el poder. Los verdaderos héroes son los que no volvieron y todas sus familias. Fuente: dataclave.com.ar