Nikki Haley, la última mujer que desafía a Donald Trump en la carrera por la candidatura presidencial del Partido Republicano, enfrenta una situación cada vez más desafiante. A pesar de las derrotas en Iowa y New Hampshire, y una paliza en las elecciones primarias de Carolina del Sur, la ex gobernadora insiste en continuar su campaña hasta al menos el 5 de marzo, fecha conocida como Supermartes, cuando 21 estados y territorios habrán celebrado sus elecciones.
La campaña de Haley enfrenta un dilema financiero: aunque es apoyada por donantes republicanos que desaprueban a Trump y han contribuido con millones de dólares, su popularidad entre la base del partido, que adora a Trump, es limitada. Esta situación ha llevado a una campaña en la que los recursos financieros no parecen determinar el resultado electoral.
Aunque Haley se mantiene en la contienda, su futuro político es incierto. A pesar de encabezar algunas encuestas frente a Trump y Biden en hipotéticas elecciones generales, su desempeño en las primarias ha sido desalentador. Sin embargo, su persistencia refleja las divisiones internas del Partido Republicano, con la facción reaganista cada vez más amenazada por el dominio trumpista.
La resistencia de Haley a abandonar la contienda también refleja los desafíos que enfrentan los republicanos que buscan un futuro post-Trump, tanto en la carrera presidencial como en el Congreso. A medida que las divisiones internas se profundizan y Trump sigue ejerciendo una fuerte influencia sobre el partido, la pregunta que queda es si la valentía de Haley será suficiente para mantenerla en la contienda.