El 11 de febrero de 2013, Benedicto XVI sorprendió al mundo con el anuncio de su renuncia papal. En Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, entonces cardenal y arzobispo de la ciudad, vivía una mañana tranquila, ajeno aún a los acontecimientos que marcarían su futuro. En otro rincón de la Curia, el padre Alejandro Russo, su amigo cercano, también se despertaba, desconociendo lo que se venía.
¿Quién habría imaginado que aquel día cambiaría la historia para siempre? Aunque en la capital argentina aún era temprano, Bergoglio ya estaba despierto. Su rutina era estricta, como buen jesuita: oración, misa y trabajo a un ritmo que parecía inquebrantable. Sin embargo, la noticia de la renuncia papal traería consigo un cambio radical en su vida.
En la sacristía de la Catedral Metropolitana, rodeado de objetos históricos y reliquias, el padre Alejandro Russo recordaba aquellos días con nostalgia. La relación entre él y Bergoglio era de profunda amistad, forjada a través de años de trabajo en la Curia. En esos momentos, Bergoglio se encontraba ocupado con sus tareas diarias, pero la renuncia de Benedicto XVI comenzaba a marcar un giro en los eventos.
Cuando el cardenal Bergoglio se enteró de la renuncia, aún no comprendía la magnitud de lo que estaba por suceder. En una conversación con Russo, este le comentó: "El Papa es usted". Bergoglio, siempre modesto, respondió: "No, Alejandro, no es posible". Sin embargo, el destino parecía tener otros planes para él.
A medida que las horas pasaban, la noticia de la renuncia se expandía y las conversaciones con Roma se intensificaban. Bergoglio aún no había tomado una decisión sobre su viaje a Roma para el Cónclave, que se acercaba rápidamente. El 28 de febrero sería la fecha de la dimisión oficial de Benedicto XVI, pero el viaje de Bergoglio a Roma no estaba confirmado hasta poco antes de su partida.
El padre Russo fue testigo de la última misa de Bergoglio en Buenos Aires, un momento íntimo y significativo. Sin saberlo, esa sería la última vez que Bergoglio oficiaba en su tierra natal como cardenal. El 25 de febrero de 2013, Bergoglio finalmente decidió partir hacia Roma, dejando atrás una ciudad y una historia que pronto lo llevarían a la sede de San Pedro.
Bergoglio, ahora conocido como Papa Francisco, nunca volvió a pisar suelo argentino. Su elección como Papa el 13 de marzo de 2013 marcaría un antes y un después en la historia de la Iglesia Católica.
Este fue el adiós silencioso de Jorge Mario Bergoglio a Buenos Aires, la ciudad que lo vio crecer y formarse como líder. Aunque nunca regresó, su legado perdura, y hoy, Papa Francisco sigue guiando a millones de personas en todo el mundo.