En medio de un panorama económico marcado por la austeridad y los recortes anunciados por el gobierno de Javier Milei, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) volvió al centro de la polémica tras revelarse un millonario gasto en su fiesta de fin de año. Realizado el pasado 17 de diciembre en el Cine Gaumont, el evento tuvo un costo total de $3.5 millones, destinados a un exclusivo catering que incluyó bebidas alcohólicas y comidas gourmet.
El festejo reunió a 200 personas e incluyó un menú que mezclaba entradas, platos principales, dulces y una destacada selección de bebidas:
Todo fue provisto por Gran Yantar Catering S.A.S., una firma que, tras competir con otras dos propuestas, fue seleccionada por cumplir con los requisitos del pliego a un costo algo menor al presupuesto original de $4.038.000.
El evento no pasó desapercibido, especialmente en un sector cultural que acusa recortes y reestructuraciones profundas. Según el titular del INCAA, Carlos Pirovano, desde su asunción en agosto pasado se logró reducir la planta de personal de 730 a 350 empleados y de ocho a cuatro edificios, como parte de un plan para sanear un déficit estructural de 2 millones de dólares que heredó la gestión anterior.
“Pasamos de un déficit a un superávit de 4 millones, pero esto no cayó bien entre muchos referentes del sector”, explicó Pirovano, quien promete que “ahora viene la época de las buenas noticias”.
Sin embargo, para muchos en la industria, los recortes afectan la producción de películas y el apoyo a festivales. En este contexto, la fiesta de fin de año se presenta como una contradicción flagrante: ¿por qué se destinan $3.5 millones de fondos públicos a un evento de lujo mientras la industria del cine lucha por mantenerse a flote?
Organizaciones del sector cinematográfico no tardaron en expresar su descontento. En redes sociales, usuarios cuestionaron el gasto en un menú exclusivo mientras muchos trabajadores del cine enfrentan incertidumbre laboral y presupuestaria.
Por su parte, la gerencia del INCAA justificó la inversión argumentando que el evento tenía como objetivo “festejar las festividades de Navidad y Año Nuevo para todos los agentes del Instituto”. Pero este gasto millonario reaviva las críticas hacia una gestión que, si bien logró equilibrar las cuentas, enfrenta cuestionamientos por su manejo de prioridades.
Mientras el debate continúa, la pregunta sigue abierta: ¿es justificable el despilfarro en el INCAA en las fiestas en medio de un ajuste que impacta directamente en la creación cultural? Las respuestas deberán surgir, no solo del organismo, sino también del gobierno, que se enfrenta al desafío de alinear el discurso de austeridad con los hechos concretos.
Este caso deja una fuerte marca en la percepción pública sobre cómo se administran los recursos en el ámbito cultural y promete seguir generando repercusiones en las semanas venideras.