A la izquierda, la portavoz presidencial, Gabriela Cerruti, junto al ministro de Trabajo, Claudio Moroni; a la derecha, el jefe de asesores, Juan Manuel Olmos, al lado de la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra. Los cuatro, el 66,6% de la mesa chica albertista, están al frente de la foto oficial que la Jefatura de Gabinete envió el miércoles como prueba de la última cita convocada por Juan Manzur. El tucumano está en medio de la mesa, desenfocado, igual que la debutante Silvina Batakis, un poco más lejos del lente.
Una imagen vale más que mil palabras. En primer plano estaban los apuntados por un cristinismo que sigue en silencio, un aval implícito al rumbo trazado por Batakis que no parece ningún golpe de timón con respecto al que dejó el apedreado Martín Guzmán. La novedad en esta nueva etapa de crisis del Frente de Todos es que otros se sumaron al ostracismo de Cristina Fernández de Kirchner, que en los últimos días sólo habló, con locución en off, en un video para reeditar otra vieja pelea, esta vez contra la Corte. Tradicionales "voceros" del gabinete están como en la instantánea, con la boca cerrada.
Contadas entrevistas están dando los ministros Juan Zabaleta y Gabriel Katopodis; incluso Aníbal Fernández y Santiago Cafiero, pasando por Jorge Ferraresi; todos ellos, hábiles declarantes en anteriores momentos de tensión, ahora apenas asoman la cabeza. Casi solo en el desierto peregrina Agustín Rossi, titular de la Agencia Federal de Inteligencia. "La renuncia de Guzmán disparó la inestabilidad nuevamente”, reprochó el santafesino este sábado en FM Milenium. Alberto Fernández, con una agenda de "microgestión", intentó, sin demasiado éxito, evitar ser monotemático con la economía: en la semana pasó de quejarse de los turistas por la suba del dólar a cuestionar a los chacareros por no liquidar la cosecha.
En un espejo de su antecesor, ahora hay que tranquilizar la política, evangelizó la ministra de Economía en sus recientes reuniones con la clase dirigencial, relatadas con pelos. Lo que había que calmar, decía Guzmán, era la economía. ¿Alcanza con un nombre? Como aquel frenético domingo de superacción, no pocos le siguen augurando al Presidente que la asunción de Batakis no será suficiente para tranquilizar la turbulenta economía que dejó el estudioso de Columbia. El canciller, mano derecha presidencial, es uno de ellos. Hasta ahí escala la recomendación.
"Un respiro". "Darle tiempo". "Espacio". El concepto de dejar que corran las primeras acciones batakistas, sin celebración ni respaldo de los principales socios frentetodistas, parece tener sus días contados. Hubo más spoilers de medidas que medidas en sí. El diálogo regresó a la cúpula de la coalición, que firmaron un pacto antifiltraciones y ni siquiera hay bajada de línea a los ministros para un accionar coordinado. En offside por un off the record -karma albertista- quedó uno de ellos que dio a entender que el Gobierno auspiciaba un llamado a la oposición para superar la crisis. "El tiempo es un gran ordenador", no se cansa de repetir Daniel Scioli, pero hoy, para el albertismo, el tiempo es tirano. El ministro de Desarrollo Productivo monitorea las noticias europeas en busca de salidas poco ortodoxas en los bancos centrales de otros países. La imaginación al poder.
El inminente desembarco de Sergio Massa en el gabinete, frustrado a principios de mes, ya sólo es una cuestión del cuándo, como relató este medio. La corrida sinfín del dólar blue de esta semana está acelerando los tiempos. Lo mismo, la suspensión, por covid-19, de la visita a Joe Biden a Washington, que era analizada en el Gobierno como "una bala de plata", al punto de apostar que el tándem Fernández-Massa lograra conseguir un aval del norteamericano para reforzar las reservas (hasta hay quienes fantasean con un swap al estilo del firmado con China).
¿Quién era el ministro de Economía cuando Sergio fue jefe de gabinete de Cristina?
La pregunta, que busca ser retórica, la lanzan en el massismo sin siquiera intentar recordar el nombre del aludido, Carlos Fernández, antecesor de Amado Boudou que no legó ningún logro pero tampoco ningún desequilibrio. Su recuerdo sirve para argumentar que el eventual segundo desembarco de Massa no sería sólo como ministro coordinador. Con Batakis recién acomodada en Economía, hay que mirar al otro organismo que el tigrense le reclamó para sí a Fernández: la AFIP.
Ya tiene un pie adentro, con Guillermo Michel en la Aduana, que está generando más noticias que la titular de la agencia, Mercedes Marcó del Pont, quien quedó dentro del radio del malestar de la vicepresidenta. La convivencia de ambos, cuentan, es bastante tirante, al punto de tener roces con nombramientos que aún no son autorizados. Todo, por tener parte del ADN de la época de Ricardo Echegaray, es la acusación. La rivalidad entre el exmandamás de la AFIP y la actual es legendaria.