Algo no cierra. El Gobierno de Javier Milei dijo que quería achicar el Estado, pero la movida que hizo en ARCA —la agencia que reemplazó a la AFIP— terminó costando más de $330.000 millones. ¿Cómo puede ser? Acá te lo explicamos sin vueltas.
Hace unas semanas, la gestión libertaria avanzó con un recorte fuerte en ARCA, que terminó en la salida de casi 3.000 trabajadores. La mayoría se fue con retiros voluntarios y jubilaciones, bajo una disposición firmada por Juan Pazo, el director del organismo. El plan ofrecía hasta 20 sueldos como compensación para quienes aceptaran irse.
El tema es que muchos de los que se acogieron al plan eran parte del Grupo 26, es decir, cargos altos y directivos, con sueldos bien arriba del promedio. ¿Resultado? El Estado terminó pagando hasta $100 millones por cabeza, y en algunos casos, más de $120 millones. Todo esto en un contexto de caída en la recaudación y con gremios que ya venían calientes.
Pero eso no es todo. La otra cara del ajuste fue la pérdida de personal calificado. Muchos de esos exfuncionarios ya están trabajando en consultoras privadas —incluidas las famosas Big Four— ayudando a empresas con estrategias para pagar menos impuestos. Sí, los que antes controlaban a los contribuyentes, ahora los asesoran desde el otro lado del mostrador.
Esto genera un problema serio: la capacidad de control del Estado se debilita, justo cuando se necesita recaudar más. Y con menos personal, menos oficinas (cerraron más de 100 delegaciones en el interior) y un clima de conflicto, el panorama no pinta bien.
Los gremios AEFIP, Supara y UPSAFIP salieron al cruce y no se quedaron en palabras. Denunciaron el desmantelamiento de ARCA y arrancaron con medidas de fuerza. Esta semana hubo un apagón informático de cuatro horas por día, y la Aduana paró por completo el 3 y 4 de abril, afectando todo menos turismo y salud.
Julio Estévez, de UPSAFIP, lo dijo sin filtro: “El Estado puso la guita para mandar a los mejores al sector privado. Ahora ayudan a los evasores”. Y advirtió que esto es “la destrucción del control impositivo en Argentina”.
La preocupación es clara: si ARCA pierde músculo, la recaudación cae. Y si la recaudación cae, el ajuste se profundiza. El Gobierno de Milei necesita mostrar orden en las cuentas, pero esta jugada terminó generando un efecto inverso: gasto extra, menos control y más tensión gremial.
Todavía no está claro cómo sigue esta historia. Pero algo sí se sabe: sin fiscalización, no hay plata que alcance.