«El camión me esperaba afuera, junto a mis soldados y los equipos. Tomé un gran manojo de camperas y me dirigí a la carrera, pero se me cruzó un perro de la base que habíamos criado desde cachorro y me hizo caer. Me levanté maldiciendo, tomé otra vez las camperas y retomé mi camino, pero a los pocos metros otra vez el perro me hizo caer. De la bronca, lo tomé y le dije «Estás jodiendo, entonces venís con nosotros a Malvinas» y lo subí al camión.
Al ver el perro, el soldado Cepeda me preguntó asombrado – «¿Y eso mi Cabo Primero? ¿Cómo se llama el perro?»
Entre risas le contesté – «Desde hoy se llama Tom, porque vamos al Teatro de Operaciones Malvinas»
Tom, era un perro sin raza pero que muchos ex combatientes no olvidarán jamás por la ayuda que les brindó durante el combate.
“Fue mi mejor amigo en Malvinas, ¡y yo… jamás olvido a mis amigos!” relata el ex combatiente Omar Liborio, que formó parte del Grupo de Artillería 101, quien además asegura que el perro “se comportó como un bravo artillero” durante las operaciones de combate.
Al principio debieron ocultarlo de los superiores pese a que rápidamente se ganó el cariño de los soldados. Bolsos, camperas o sacos fueron el escondite en donde Tom se escondía.
Tras pasar unos días en Santa Cruz, Liborio junto a su perro partieron en un Hércules hacia las Islas Malvinas.
Allí Tom advertía a los soldados cuando el enemigo se acercaba pero aún estaba fuera del alcance del ojo humano. “Muchas veces su instinto canino presintió los bombardeos aéreos antes que se gritara la alarma, lo cual manifestaba con ladridos que ya conocíamos” recuerda Ligorio.
El cariño del animal también ayudaba en los momentos más difíciles a sobrellevar la situación. En Malvinas Tom se comportó como un bravo artillero. Cuando tirábamos con la máxima cadencia de fuego hacia los británicos, él se paraba delante del cañón como el mejor de los combatientes; siempre ladraba y jugaba con aquél que estaba bajoneado en los momentos de calma para darle ánimo; cuando había «alerta roja de bombardeo naval» era el primero en salir del refugio para buscar a los más alejados y el último en entrar a cubrirse; y muchas veces su instinto canino presintió los bombardeos aéreos antes que se gritara la alarma, lo cual manifestaba con ladridos que ya conocíamos. Compartía con nosotros la comida y los soldados le fabricaron un abrigo con los gorros de lana y bufandas.
Tom siempre daba el alerta ladrando antes que se pudieran ver a los aviones ingleses, dando la oportunidad a los artilleros de prepararse y esperar a los aviones enemigos.
Pero trágico también fue el destino del héroe canino que murió en las Islas. Durante un bombardeo hubo varios heridos y entre ellos estuvo Tom.
“El humo y el olor a pólvora cubrieron el lugar. Como pudimos, heridos, buscamos a Tom y lo encontramos tendido sobre una piedra inmóvil, tratamos de salvarlo, pero fue demasiado tarde, Tom se despidió aquel día con los ojos bien grandes mirándonos y despidiéndose lentamente de sus camaradas” recuerda Liborio y agrega: “allí quedó para siempre nuestro cañón y el mejor testigo de esta guerra, nuestro querido perro Tom. Allá en la fría turba malvinera él es otro bastión argentino, junto a los soldados que dieron su vida por la Patria”.
El 1º de junio de 2014 se inauguró en Ascensión, localidad del partido de General Arenales, provincia de Buenos Aires, el monumento a Tom. En este se ve a un perro negro, sentado sobre una piedra (actitud que adoptaba diariamente allá en el sur) con mirada al frente. A su lado descansa un casco, como símbolo de los caídos, y una cruz, que representa la muerte de este héroe canino con espíritu de grupo. Fuente: diariojornada.com.ar