En un análisis retrospectivo, Fernando "Chino" Navarro, ex dirigente social y referente del Movimiento Evita, realiza una autocrítica tajante sobre su paso por el gobierno de Alberto Fernández y la gestión de las organizaciones sociales en la política argentina. En una entrevista exclusiva con Infobae, Navarro reflexiona sobre la derrota del peronismo en manos de Javier Milei y, por primera vez, admite que los cortes de calle y las movilizaciones fueron un error que contribuyó al desgaste social y político.
"El Frente de Todos era un gabinete loteado donde a casi nadie le interesaba resolver los problemas de los argentinos", sostiene Navarro al abordar la gestión del último gobierno peronista, al que considera responsable de la desarticulación del tejido social y político. En este sentido, cuestiona la lógica asistencialista que predomino en la administración, reconociendo la falta de un plan estratégico para salir de la crisis estructural que atraviesa el país.
El dirigente, quien se alejó de la conducción del Movimiento Evita, expresa su arrepentimiento por no haberse "bajado del tren antes", reconociendo que las organizaciones sociales, al igual que el peronismo tradicional, fueron derrotadas por el fenómeno Milei. "No supimos interpretar el descontento social", admite Navarro, haciendo hincapié en cómo los sectores más humildes, aquellos que tradicionalmente habían sido aliados del kirchnerismo, se inclinaron por el voto de la derecha.
Uno de los puntos más polémicos de la entrevista fue la autocrítica sobre los piquetes y los cortes de calle. Navarro reconoce que, aunque en algunos sectores del Movimiento Evita se debatió la conveniencia de continuar con esta práctica, "hubo un exceso", y el impacto de los cortes fue negativo tanto para la imagen del peronismo como para la convivencia en las ciudades. "Fue un error cortar como cortamos", enfatiza, al señalar que la falta de un manejo adecuado de los reclamos sociales exacerbó el malestar de la población.
Este reconocimiento se alinea con la creciente preocupación que surge de diversos sectores políticos, como el propio Frente de Todos, sobre el desgaste que provocaron las protestas masivas y el accionar de algunos movimientos sociales que, según ellos, jugaron un rol clave en la polarización política. Mientras que figuras como el líder de Polo Obrero, Eduardo Belliboni, enfrentan denuncias judiciales por presuntas irregularidades en la distribución de recursos, Navarro defiende a las organizaciones sociales de las acusaciones de corrupción, aunque advierte sobre la mala gestión de recursos en la última etapa del gobierno kirchnerista.
En cuanto a la administración de Javier Milei, Navarro no subestima al líder de La Libertad Avanza, a quien considera un "pragmático" que supo adaptarse rápidamente al poder. "Milei empezó con un plan de ajuste salvaje, pero ahora el ajuste tiene una intensidad menor, aunque sigue siendo un ajuste", señala, destacando que, a pesar de sus críticas y promesas de transformaciones radicales, el presidente electo mantiene algunas políticas sociales, como la AUH y la Tarjeta Alimentar, que siguen beneficiando a sectores populares.
El ex dirigente social también se refiere a la crítica situación económica y social que atraviesa el país bajo el gobierno de Milei, destacando la profunda injusticia estructural que mantiene a millones de argentinos en la pobreza. "La inflación bajó, pero el consumo cayó. La gente está más ordenada, pero el panorama es desolador", asegura, describiendo una Argentina marcada por la polarización, el ajuste económico y la desindustrialización.
Por último, en su reflexión sobre su alejamiento de la política tradicional, Navarro reconoce que el Movimiento Evita perdió el rumbo, encerrado en una lógica interna que lo alejó de la realidad de los sectores más necesitados. "Las organizaciones sociales ya no cumplen el rol que deberían", concluye, mientras observa la creciente fragmentación del peronismo, con Cristina Fernández de Kirchner tomando nuevamente las riendas del PJ en medio de una crisis interna.
De este modo, Navarro se distancia del kirchnerismo, reflexionando sobre su pasado político y abriendo paso a una nueva etapa personal y profesional, alejada de la política tradicional pero comprometida con la realidad social que hoy atraviesa el país.
La política argentina atraviesa una nueva fase de autocrítica, donde tanto oficialismo como oposición se ven señalados por el profundo malestar social que afecta al país. En un momento de crisis estructural, Javier Milei asumió la presidencia enfrentando una inflación que superaba el 200%, problemas políticos complejos y un sistema económico en ruinas. Sin embargo, más allá de su estilo controversial, el presidente encontró una realidad marcada por la división y la inacción de los gobiernos anteriores, especialmente del mandato de Alberto Fernández.
En una conversación franca, el exfuncionario del Movimiento Evita reflexionó sobre su responsabilidad en el gobierno de Fernández. Aceptó, sin titubeos, que el país que recibió Milei no solo estaba devastado por la inflación y la inseguridad, sino también por la parálisis política interna que caracterizó a la gestión anterior. Para él, los problemas no eran solo económicos, sino también políticos. “Era un gabinete loteado”, afirma, describiendo cómo la interna del Frente de Todos arrastró a la gestión a una lógica de supervivencia, sin un verdadero proyecto para el país.
El exfuncionario, que durante el gobierno de Alberto Fernández ocupó cargos de importancia, sostuvo que la interna entre el presidente y Cristina Kirchner fue el motor de la ineficiencia que dominó el período. La falta de un proyecto común y el escaso interés por resolver los problemas de los argentinos, como la educación, la salud o la creación de empleo, llevó a que se priorizaran los intereses sectoriales por encima de las necesidades urgentes del pueblo. “Nunca tuvimos en claro para qué formábamos parte del gobierno de Alberto Fernández. Nunca hubo un programa, nunca hubo una política”, aseguró.
La fragmentación interna no solo perjudicó las políticas de empleo, sino que también estancó el desarrollo de políticas sociales eficaces, convirtiendo los planes asistenciales en la única respuesta a la crisis. El exfuncionario se mostró particularmente crítico de cómo el Ministerio de Desarrollo Social, uno de los pilares en la lucha contra la pobreza, fue manejado como parte de un juego político, más allá de una real estrategia para combatir la pobreza.
La crítica va más allá de la falta de coordinación entre los actores políticos. “La clase dirigente política somos más responsables que los grupos económicos”, afirmó, subrayando que, mientras la élite política se mantenía cómoda, la mayoría de la población padecía la crisis. De acuerdo con su diagnóstico, no fue solo el gobierno de Fernández el que falló, sino también la oposición, que no asumió con responsabilidad su papel en la reconstrucción de un país sumido en una crisis sin precedentes.
Por último, el exfuncionario destacó que, a pesar de las críticas, la responsabilidad no puede recaer solo en uno de los actores. La sociedad en su conjunto debe reflexionar sobre el camino que se ha recorrido, y aprender de los errores cometidos. Sin embargo, al mirar hacia el futuro, el desafío será encontrar soluciones reales para el país, lejos de las dinámicas políticas que solo benefician a los sectores internos.
El periodo de Alberto Fernández, marcado por tensiones internas y falta de consenso, ahora se ve reflejado en la gestión de Milei, que intenta dar un giro drástico a la política económica, aunque sin la claridad de un camino hacia la recuperación. En este momento crucial, la política argentina deberá reflexionar si el camino de la polarización y los intereses sectoriales seguirá siendo el principal obstáculo para encontrar las soluciones que el pueblo demanda.