La reconversión del sindicalismo en la Argentina atraviesa una etapa de profundas tensiones y reacomodamientos, especialmente en el sector del transporte. La dinámica que comenzó con paros contundentes, como el del 30 de octubre, ha dado lugar a una llamativa parálisis y fragmentación interna. ¿Qué ocurrió con los gremios que supieron desafiar al Gobierno desde la Mesa Nacional del Transporte, y cuál es el futuro de la lucha sindical en el contexto de reformas que buscan avanzar con la desregulación?
El paro de transporte del 30 de octubre, organizado por la Mesa Nacional del Transporte, marcó un punto de inflexión al materializar una acción por fuera de la CGT. Sin embargo, la decisión estratégica de sectores como la UTA de negociar directamente con el Gobierno debilitó la convocatoria. Esta ruptura inicial, sumada a las divisiones posteriores, diluyó el poder de presión del espacio y dejó a los gremios en una encerrona política que debilitó su autonomía.
La fractura se profundizó con la renuncia de Sergio Sasia a la conducción de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT), reemplazado por Juan Carlos Schmid. Este cambio de liderazgo no logró revertir la quietud sindical: la propuesta de Pablo Moyano para un paro de 36 horas contra el Gobierno fue desestimada por sus propios aliados, mientras que la CGT optó por el diálogo con la nueva administración. Según analistas políticos, estas disputas internas evidencian un desgaste estructural en el sindicalismo tradicional frente a un escenario político cambiante.
El anuncio de la desregulación del transporte a través de la Resolución 57/2024 encendió alarmas entre los trabajadores. La medida, promovida por el gobierno de Javier Milei, busca abrir el sector a la competencia privada, afectando directamente a los gremios del transporte que ven en esta política un riesgo para la estabilidad laboral y las condiciones de seguridad.
En un comunicado reciente, la CATT expresó su "enérgico cuestionamiento" a esta decisión, reclamando medidas urgentes para proteger a trabajadores y usuarios. Sin embargo, la falta de articulación con otros sectores gremiales, como la CSIRA (industria) o CATHEDA (energía), refleja el aislamiento estratégico del sindicalismo del transporte.
La reconversión del sindicalismo argentino está marcada por un proceso de fragmentación y adaptación a un nuevo paradigma político. Mientras los sectores más dialoguistas apuestan por acuerdos con el Gobierno, las posturas más combativas enfrentan el desafío de construir una nueva base de legitimidad en un escenario donde la fragmentación sindical conspira contra medidas de fuerza efectivas.
Los expertos coinciden en que, más allá de las diferencias internas, los gremios necesitan redefinir su estrategia frente a la creciente influencia de las políticas libertarias. La unidad en la acción será clave para enfrentar reformas que prometen transformar de raíz las condiciones de trabajo y el modelo sindical argentino.
El sindicalismo en el transporte está en un punto de inflexión: deberá decidir entre la pasividad, el enfrentamiento o la renovación estratégica. Lo que está en juego no es sólo la representación de sus afiliados, sino el rol del movimiento obrero organizado en una Argentina que se dirige hacia un cambio de paradigma.