¿Qué hacés si vas a laburar tranquilo y de golpe te obligan a levantar todo porque llega alguien importante? Eso fue lo que vivieron este fin de semana varios manteros de Mataderos, cuando en plena feria apareció Horacio Rodríguez Larreta.
Lo que parecía una recorrida más de campaña terminó con tensión. Según contaron los feriantes, antes de que llegue Larreta, varias personas que estaban vendiendo en mantas fueron obligadas a levantar todo. Nadie les explicó mucho, pero los rumores corrían rápido: “Viene Larreta, saquen todo”.
Cuando el ex jefe de Gobierno porteño llegó al lugar, los reclamos no se hicieron esperar. “¡Da la orden, Larreta, de que nos dejen poner las mantas!”, le gritaron varios manteros enojados, creyendo que todavía tenía poder para decidir sobre la calle.
Pero Larreta, que ahora es candidato a legislador, respondió sorprendido: “Ya no estoy más en el Gobierno”. Mientras aceleraba el paso, se escuchaban más reclamos: “No somos delincuentes, Larreta, somos trabajadores”.
Desde su equipo intentaron bajarle el tono al episodio. Dijeron que fueron “dos minutos en una recorrida que duró dos horas” y que los que increparon a Larreta eran “un grupito de gente de izquierda”. Pero para los manteros, no fue un detalle menor.
Este cruce en Mataderos muestra algo más profundo: la bronca que hay entre muchos trabajadores informales y las políticas del gobierno porteño, incluso después del cambio de gestión. Aunque Larreta ya no es el jefe de Gobierno, su imagen sigue cargando con las decisiones que se tomaron durante su mandato, sobre todo en lo que respecta al control del espacio público y los operativos contra manteros.
El problema de los manteros en Mataderos no es nuevo. Hace años que buscan laburar sin que los corran, y el conflicto sigue sin una solución real. Lo que pasó esta vez con Larreta es una muestra de cómo el enojo sigue presente, y cómo los candidatos que caminan la calle se exponen a enfrentarse cara a cara con ese malestar.
¿Qué puede pasar en las próximas semanas? Eso dependerá de cómo los diferentes espacios políticos decidan abordar el tema. Pero algo está claro: mientras no haya una política clara para el trabajo informal, escenas como esta se van a repetir.