Dos de las principales capitales europeas, París y Londres, están abordando el desafío de la movilidad urbana de maneras divergentes, buscando un equilibrio entre la innovación sostenible y la seguridad.
La ciudad parisina ha tomado medidas audaces para promover la movilidad sostenible. Ha prohibido los patinetes eléctricos a libre disposición y aspira a convertirse en una ciudad completamente adaptada a los ciclistas. La inversión de 250 millones de euros en infraestructura ciclista para 2026 refleja su compromiso con este enfoque.
Por su parte, Londres, por otro lado, extendió su prueba de patinetes eléctricos hasta mediados del próximo año, con más de 2 millones de viajes realizados en este medio. Aunque la ciudad tiene planes ambiciosos para rutas de ciclismo protegidas, la falta de continuidad en las carreteras ha generado preocupaciones sobre la seguridad.
Los londinenses tienen opiniones divididas. Algunos, como James Metclaf de Bicicletas Volt, apoyan los patinetes eléctricos siempre que estén regulados adecuadamente. Sin embargo, usuarios como Rendel Harris consideran que la infraestructura ciclista actual es insuficiente y que las rutas segregadas son necesarias para garantizar la seguridad.
Según los parisinos, tiene más y mejores carriles bici, lo que facilita su uso para todos. Los cambios se están realizando a nivel municipal, lo que ha contribuido a un aumento significativo en el tráfico de bicicletas.
En Londres, la inversión en infraestructura ciclista se divide entre distintos distritos, lo que genera falta de continuidad y desafíos de seguridad. La resistencia en lugares como Kensington y Chelsea destaca la necesidad de una estrategia unificada.
A medida que París y Londres trazan sus propios caminos hacia la movilidad urbana, la pregunta que queda en el aire es cómo lograrán estas ciudades el equilibrio adecuado entre la innovación sostenible y la seguridad en un mundo en constante cambio.