El mercado laboral argentino sigue atravesando un escenario desafiante, donde el empleo en blanco está en retroceso, pero el trabajo independiente, en particular a través del Monotributo Social, sigue en ascenso. Sin embargo, esta tendencia no refleja una mejora en la calidad del empleo, sino que más bien pone de manifiesto la precarización laboral. En este artículo, te contamos por qué esta modalidad crece y qué implicaciones tiene para el futuro del trabajo en el país.
Según los últimos datos de la Secretaría de Trabajo, el empleo registrado en blanco cayó un 1,8 % en el último año, con una pérdida de 186.500 puestos laborales. Este retroceso afectó especialmente al sector privado, con una disminución del 1,9 %. Además, el empleo público también presentó una baja del 1,5 %, y el trabajo en casas particulares se vio aún más golpeado, con una caída del 3,3 %.
A pesar de este panorama negativo, el trabajo independiente creció un 2,4 %. No obstante, este aumento se debe principalmente al crecimiento del Monotributo Social, que registró un incremento del 5,9 % en el mismo periodo. Esta modalidad, destinada a personas en situación de vulnerabilidad, permite acceder a derechos previsionales y de salud con un pago reducido. De hecho, en el último año, más de 37.000 personas se inscribieron en el Monotributo Social, sumando un total de 672.106 inscriptos en noviembre de 2024.
El Monotributo Social es una modalidad pensada para quienes tienen ingresos bajos o actividades económicas inestables. A diferencia del Monotributo tradicional, el Estado cubre el 100 % del componente impositivo y jubilatorio, mientras que el trabajador solo debe abonar el 50 % de la obra social. En agosto de 2024, el costo mensual de esta modalidad era de $6.900, pero en febrero de 2025 subió a $8.358. Para ponerlo en perspectiva, la categoría más baja del Monotributo común exige un pago de $32.221,31 mensuales.
A pesar de los intentos del Gobierno de Javier Milei de eliminar esta modalidad dentro de la reforma fiscal, el Senado rechazó esta medida. Como resultado, el Monotributo Social siguió vigente y se reempadronaron más de 1,2 millones de personas. Esta modalidad también es compatible con otros beneficios sociales, como la Asignación Universal por Hijo (AUH), la Asignación por Embarazo, y las jubilaciones mínimas, lo que la convierte en una herramienta clave para muchas personas de bajos recursos.
El aumento en la cantidad de inscriptos al Monotributo Social refleja una realidad preocupante: la dificultad de acceder a un empleo formal en el país. Aunque algunos lo ven como una solución para quienes no pueden acceder al empleo en blanco, la realidad es que esta modalidad crece más como un reflejo de la precarización laboral que como una mejora en la calidad del trabajo.
Con 622.477 titulares y 593.883 beneficiarios indirectos, los datos indican que, a pesar de los esfuerzos para reducir el esquema, la cantidad de personas inscritas al Monotributo Social sigue en aumento. Esto revela la falta de alternativas laborales estables, lo que obliga a muchos a depender de un sistema de trabajo más flexible, pero con beneficios limitados.
El Monotributo Social se presenta como una salida para aquellos que no logran ingresar al mercado laboral formal, pero a la vez subraya las falencias de un sistema laboral que sigue mostrando signos de precarización.
En conclusión, el crecimiento del Monotributo Social no es una señal de que el mercado laboral se esté estabilizando, sino un indicio claro de que el empleo precario sigue ganando terreno. Las políticas laborales y sociales deben adaptarse a esta nueva realidad, buscando soluciones más efectivas para garantizar el acceso a un empleo en blanco digno para todos.